Páginas

lunes, 9 de octubre de 2017

El libro en Cuba: entre el hombre y el hambre



Es conocida la frase de Tomás de Kempis, el de la Imitación de Cristo: “Por todas partes busqué la tranquilidad, y solo la encontré en un rincón apartado, en compañía de un libro”. Hoy en Cuba, un libro es una compañía cara, como la de una geisha en Japón. Quien ama los libros, posiblemente está condenado a ser un amante solitario. Entre el amante y el objeto amado se interpone, como un abismo insalvable, el vil dinero.

Escribió Martí en carta a Gonzalo de Quesada, fechada en Montecristi, el 1ro. de abril de 1895, que los “libros han sido mi vicio y mi lujo”. Gracias a los cambios políticos de 1959 que llevaron a  la fundación de la Editorial Nacional de Cuba en 1962 y el Instituto Cubano del Libro cinco años más tarde, como una medida paralela muy coherente con la actividad alfabetizadora desplegada por el Gobierno, los libros se convirtieron durante varias décadas en uno de los pocos lujos de un pueblo que forzosamente profesaba hábitos suntuarios de corte espartano. También eran uno de los pocos vicios no penalizados por la estricta moral de las primeras tres décadas de la Revolución, ampliamente practicado debido a que los precios eran absurdamente bajos. Un vicio que además resulte barato no puede menos de tener el éxito asegurado. Los libreros cargados de volúmenes no siempre escogidos con el mejor criterio, eclécticos como la Catedral de la Habana, eran un componente habitual en el mobiliario de una casa cubana de cualquier condición social. Muchos extranjeros de paso por la isla, aprovechaban la ocasión para hacer buen uso de las ofertas que encontraban en este paraíso editorial del trópico.

Eran los buenos tiempos. Como decía creo que Drummont de Andrade o Vinicius de Moraes, en cualquier caso un poeta brasileño, el amor es eterno mientras dura. El romance devenido triángulo amoroso entre la Revolución, el pueblo y los libros terminó dejando la nostalgia de un amor perdido y los rescoldos de un fuego que ardió por más de treinta años, enfriado por la dura dictadura del bolsillo capaz de desalentar al amante más entusiasta.

En una entrevista para la televisión cubana, el presidente del Instituto Cubano del Libro recientemente aseguró que los cubanos siguen leyendo como antes, afirmando con gran optimismo su convicción de que el formato digital nunca desplazará a la tinta sobre celulosa. Desde luego, si usted es el gerente de Dinneylandia, en una entrevista para la televisión, digamos en Disney Channel, afirmará que los parques temáticos están en su mejor momento, aunque no sea cierto porque los iboy de la Generación Y prefieren simplemente quedarse en casa y socializar a través de las redes sociales, que involucrarse en un negocio multimillonario inspirado en personajes de los dibujos animados de los años 20. Subir los precios a los libros y esperar que la gente siga leyendo como antes, es como prohibir tener sexo y esperar que nazcan niños.

2 comentarios:

  1. Profe:Otra vez esperando un articulo suyo, Y AQUI ESTÄ.

    No pude contener una sonrisa impotente ante la idea de ver a Tomás de Kempis en la actualidad y en como sería su frase entonces. Haciendo una blasfema transpolacion la imagino de esta manera “

     “Por todas partes busqué la tranquilidad, y solo la encontré en un rincón apartado de un ciberg café, en compañía de un tomacorrientes, de un telefono inteligente, una tablet, mi laptop, WiFi gratis, e internet ilimitada.”

    Triste, tenebroso, y con un porciento extraño de que muy bien ... !podría ser!.

    Hemos visto (a una velocidad absurda) el deterioro de los hábitos de lectura en inversa proporcion a la popularidad de los “gadgets” en los tiempos contemporáneos, no solo en nuestra Cuba, sino en nuestro mundo, Ergo: Lo que planteara el Presidente del Instituto Cubano del libro (como bien dices) es lo mismo que planteara el gerente de Disneylandia.

    Todo esto sin pensar todavía en los detalles económicos a la hora de adquirir libros, tenemos libros para niños tan caros como libros de consulta para profesionales, gastar 30 o 40 pesos semanales en un libro que bien puede carecer de atención en unas pocas horas.... Lamentable y cierto. Hombre/Hambre.

    La educación, conocimiento, disciplina que nos regala la lectura, el placer del olor de un libro cuando es nuevo, cuando es mas viejo, empolvado, la sensacion en la punta de los dedos a la textura característica, la ansiedad de pasar la pagina para ... “saber lo que pasa”. Revisitarlo, reevaluarlo. Eso lo estamos perdiendo como el azogue entre los dedos.

    Otro fenómeno que vemos a menudo, asociado al irresponsable uso de dispositivos modernos, es que se despersonaliza el intercambio autor/lector, !ya no hay autores!. El autor (omni) sería, “La Red” ¿tal cosa, quien la escribió? (La Red) ¿Se imagina profe que dentro de algunos años los autores de El Capital, La Edad de Oro, El Viejo y el Mar, Quo Vadis? Sean: “La Red" Plus Et.al”??!!!!!
    Ciertamente, estamos prohibiendo el sexo, y esperando niños.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Bravo por la mirada inteligente y el comentario oportuno del cual aprendemos, como todos los suyos hermano. Gracias por compartirlo.

      Eliminar