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jueves, 29 de marzo de 2018

Y sin embargo se mueve




En los relatos de quienes visitan Cuba casi siempre, como una nota unificadora, prevalece la sensación de encontrarse en un lugar donde se ha detenido el tiempo, de percibir “esta extraña sensación de haberle ganado la batalla al tiempo y al espacio”. La palabra tiempo transita de manera recurrente una y otra vez los artículos periodísticos como si fuera una membrana que lo cubre todo, abundando expresiones como “Los cubanos tienen una relación complicada con el tiempo” o “Uno de los grandes regalos de nuestro corto tiempo en La Habana fue el tiempo mismo”. Así se expresó en un respetuoso e incluso entusiasta trabajo publicado en The New York Times el 17 de marzo de 2018 el periodista Reif Larsen. No se si ese lugar atemporal sea físicamente posible, ni siquiera a nivel cuántico donde todo es tan diferente, más allá de la fantasía de un Peter Pan en la Isla de Nunca Jamás, de la nostalgia o de la ingenuidad hábilmente condicionada de los turistas foráneos.

Porque lo cierto es que Cuba cambia, y lo hace esencialmente porque existe la voluntad política desde arriba, y porque existe la necesidad fundamentalmente económica de impulsar cambios que inevitablemente afectarán, esto es marxismo de vieja escuela, las relaciones de producción y la estructura misma del sistema. El pueblo se debate entre el apoyo a los cambios y el temor a que todo haya sido en vano y que como la del 30, la revolución se vaya a bolina. Aunque la izquierda maldiga la palabra Perestroika, en Cuba está teniendo lugar algo parecido. La diferencia es que, como muchos estudiosos del fenómeno soviético apuntan, la aventura de Gorbachov carecía por completo de un programa. Los tecnócratas detrás del proceso cubano de cambios, impuestos del precedente, se están tomando su tiempo para pensarlo y crear su propia hoja de ruta. Fueron jalones en este andar los famosos Lineamientos… y la Conceptualización... que vino después. También es prueba que este es un proceso de ensayo y error controlado, porque no quieren repetir el odioso precedente, el repliegue del año pasado en las licencias al Trabajo por Cuenta Propia que fueron congeladas. Un paso adelante, dos atrás o como dijo Raúl usando palabras de Epicteto, sin prisa pero sin pausa.

Otro indicador de cinetismo es la reforma a las leyes. Especialmente cuidadosos están siendo con la anunciada reforma a la Constitución que debe aprobar la recientemente elegida legislatura de la Asamblea Nacional del Poder Popular, ya sin Raúl. Otra será la reforma al Código Penal. Algo que supongo no debe ser tarea fácil, sobre todo la faena de cabildeo para conseguir consenso dentro de las altas figuras de la Revolución, en cuanto al alcance y al ropaje retórico con que se quieran recubrir los nuevos artículos de forma tal que no parezca que se pierde la esencia del proceso y permita al mismo tiempo el desarrollo de las nuevas formas y relaciones de producción que pertinazmente se vienen impulsando a contrapelo de la letra más ortodoxa del texto del 76, cuando, no olvidemos, estábamos firmemente alineados con la URSS y un modelo de socialismo del que hoy casi todos quieren guardar respetable distancia.

Los diputados al parlamento elegidos en febrero pasado a lo mejor todavía no saben el valor que tendrá su mano derecha, porque cada vez que la levanten en la sala de sesiones del Palacio de las Convenciones en La Habana, estarán haciendo historia. Esta legislatura siempre será recordada para bien o para mal porque lo que aprueben, y la naturaleza de esto, lo que se cocina, solo lo saben unos pocos dentro de la intelligentsia más cercana al vórtice del poder, el resto solo opera en el terreno de la especulación, marcará los destinos de la nación en el futuro y se alejará inevitablemente de planteamientos tradicionalmente sostenidos por la Revolución. Cuánto se aleje está aún por verse.




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