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lunes, 4 de junio de 2018

La hora de la tecnoestructura






Uno de los peores desaciertos de los enfoques contra la revolución cubana en la prensa capitalista fue la absurda colocación por la revista Forbes del Comandante en Jefe en la lista de los líderes más ricos del mundo[1]. No solo porque carecía de todo fundamento (trataron de aplicar en la política el algoritmo matemático de que dos más dos es cuatro), era una mentira burda, sino que además denotaba un gran desconocimiento de la realidad cubana. No es de extrañar que inmediatamente la mentira de Forbes se convirtiera en uno de los argumentos favoritos de los enemigos del proceso cubano, aunque hacia el interior la gente por lo general acogía el aserto con la sonrisa condescendiente que los virtuosos reservan al pecador impenitente; algo que no vale la pena ni siquiera discutir.

El desenfoque de los editores de Forbes, obnubilados por el odio, no tuvo en cuenta algo que todos los cubanos de cualquier edad sabían: que el capital de Fidel era de otro orden, político, moral, histórico. Durante décadas, fue el mayor accionista de la Revolución cubana.

Existe una tendencia bien pautada en la evolución de los estados socialistas modernos: tras pasar por una fase carismática (Lénin, Mao, Ho, Tito, Chávez), se produce un reacomodo progresivo hacia el liderazgo de una tecnoestructura que si bien no cuenta con la legitimación mediante el carisma o la historia, como los fundadores históricos que capitalizan ante el pueblo las acciones mayoritarias, se han ido agenciando cuotas de poder desde la burocracia gerencial hasta llegar a convertirse en accionistas minoritarios que, sin embargo, son los que terminan por acceder a un tipo de poder coral o colegiado. El término tecnoestructura hace referencia a una clase de profesionales altamente especializados y extremadamente centrados en las soluciones técnicas, que ocupan cargos en el poder de acuerdo a su formación universitaria, en oposición a lo que ocurría en los primeros años de la revolución donde estos mismos cargos eran ocupados por cuadros no especializados que muchas veces tenían que aprender sobre la marcha y que generalmente daban prioridad a las soluciones ideológicas.

A diferencia del capitalismo que se incubó de forma natural en las entrañas del sistema feudal, al que terminaría devorando, en un proceso que duró varios siglos, aproximadamente desde fines del siglo XIII con el renacer de las ciudades y las relaciones monetario mercantiles en algunas regiones de Europa Occidental, el socialismo es una construcción de gabinete, expresión de las aspiraciones humanas a la justicia social, que debe ser racionalizado paso a paso, muchas veces en un proceso de ensayo y error, a pesar de enfoques dogmáticos que pretendieron encerrarlo en manuales de una teoría científica absoluta. A despecho de lo anterior, las cosas de mayor utilidad que sabemos hoy del socialismo es lo que hemos podido descubrir en el proceso de su construcción y no las elucubraciones en abstracto.

El hecho de que el socialismo cubano se parezca muy poco al de hace veinte o treinta años es prueba de dinamismo, y no necesariamente indica un retroceso. La mayor prueba de madurez del sistema es la capacidad, nacida de la voluntad, de redefinirse sin perder la esencia. Los cambios en el sistema nos vienen impuestos por la realidad relativista de que vivimos, como peces en una charca, dentro de esa cuarta dimensión física, el tiempo, en la cual es imposible mantenerse en un estado de impasibilidad metafísica de quietud contemplativa y autocomplaciente en la propia perfección. No somos culpables de cambiar; es simplemente inevitable. En política se puede aplicar, sin caer en los extremos del darwinismo social, el axioma fundamental de la biología evolucionista: las especies que no se adaptan perecen.


[1] En esta categoría, la clasificación de 2006 lo ubicaba en el puesto número siete con novecientos millones de dólares. En una comparecencia televisiva, Fidel los emplazó públicamente a que lo demostraran. Wikipedia, en la entrada correspondiente a Forbes, inserta una nota alertando que “la supuesta fortuna de Fidel Castro está muy discutida y ha habido varias polémicas”. En respuesta al desafío de Fidel, la revista reconoció que carecía de pruebas y que su lista es “más arte que ciencia”.

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